EL LEOPARDO EN SU ÁRBOL
Hubo
una vez en la selva un leopardo que apenas podía dormir por las noches, y tumbado sobre la rama de su
precioso árbol, se dedicaba a mirar lo que ocurría en la selva
durante la noche. Fue así como descubrió que en aquella selva había un ladrón,
observándole pasar cada noche con los objetos robados durante sus fechorías.
Unas veces eran los plátanos del señor mono, otras la peluca del león o las manchas de la cebra, y un
día hasta el colmillo postizo que el gran elefante.
Pero como aquel leopardo era un tipo muy tranquilo que vivía al margen de todo
el mundo, no quiso decir nada a nadie, pues la cosa no iba con él, y a decir
verdad, le hacía gracia descubrir esos secretillos.
Sin embargo, una noche el
leopardo decidió dormir un rato. Cuando despertó, se descubrió en un lugar muy distinto del que
era su hogar, flotando sobre el agua, aún subido al árbol. Estaba en
un pequeño lago dentro de una cueva, y a su alrededor pudo ver
todos aquellos objetos que noche tras noche había visto robar... ¡el ladrón
había cortado el árbol y había robado su propia casa con él dentro!.
Aquello era el colmo, así
que el leopardo escapó corriendo, y al momento fue a ver al resto de animales
para contarles dónde guardaba sus cosas aquel ladrón...
Todos alabaron al
leopardo por haber descubierto al ladrón y su escondite, y
permitirles recuperar sus cosas. Y resultó que al final, quien
más salió perdiendo fue el leopardo, que no pudo replantar su magnífico árbol y
tuvo que conformarse con uno mucho peor y en un sitio muy aburrido... y se
lamentaba al recordar su indiferencia con los problemas de los demás, viendo
que a la larga, por no haber hecho nada, se habían terminado convirtiendo en
sus propios problemas.